16.04. 2 Macabeos y lo sobrenatural - II

Otro intento de explicar estos relatos fabulosos es presentado por un autor católico que, refiriéndose a 2 Macabeos, afirma:

"Pertenece a un género literario entonces popular en el mundo helenístico y conocido como 'historia patética', cuyas características consistían en ser una llamada a la imaginación y a las emociones del lector. Discursos apasionados, lenguaje lleno de fuerza, números enormes, contrastes imaginados, estilo florido; todo forma parte del género y es típico de 2 Macabeos. La intención de conmover al lector y los medios empleados se aceptan como convenciones literarias. Por consiguiente, el autor de 2 Macabeos intenta extraer el significado de los acontecimientos que relata, pero descuida los detalles que exigiría una ciencia histórica. Cronológicamente, cede a la experiencia oratoria y el orador se reserva el derecho de elegir y de engrandecer ciertos aspectos. 'El auxilio que viene del cielo' (1 Mac. 16: 3) adopta aquí la forma de manifestaciones celestiales (2 Mac. 3: 24-26; 10: 29; 11: 8; cf. 12: 22; 15: 11-16). La aparición de dioses venidos en ayuda de los guerreros en la batalla era un rasgo corriente en la historia patética; el autor judío sencillamente sustituye los dioses con ángeles" (Wilfrid J. Harrington, traducción de José María Ruiz y Antonio Parapar, Iniciación a la Biblia [Santander: Sal Terrae, 1967], p. 479).

Acerca de este tipo de narraciones inverosímiles, refiriéndose a 2 Macabeos, tenemos los siguientes comentarios:

"Las manifestaciones divinas . . . entran de lleno en el género patético. Este es el género que preferían ciertos historiadores helenistas, tales como Teopompo de Chíos [o Khíos], Clitarco de Alejandría, Filarco de Naucratis. En tales escritos se ponía de relieve la intervención visible de Dios en el curso de los acontecimientos, complaciéndose en narrar apariciones maravillosas. Se conocen libros enteros escritos con este propósito, como el que lleva por título En torno a la aparición de Júpiter, de Filarco, o Apariciones de Apolo, de Itros de Pafo" (Profesores de Salamanca, Biblia comentada [Madrid: BAC, 1961], t. III, p. 1023-1024).

"Pensemos en un auto sacramental barroco con bastante tramoya y aparato escénico; algo así sería nuestro libro [2 Macabeos en clave narrativa" (Nueva Biblia española para latinoamericanos [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1976], p. 673).

"En la escena tienen cabida algunos personajes sobrenaturales, como presencia de la divinidad; también necesitan signos emblemáticos, pero no necesitan nombre; son funciones escénicas, no copias de una realidad" (loc. cit.).

Posiblemente en esa época, las "convenciones literarias", propias de la llamada "historia patética", no resultaban chocantes para los judíos de Alejandría, helenizados. En cambio -y a pesar de que Judas Macabeo y sus valientes hermanos se destacan como magníficos guerreros en la historia hebrea- los escrituristas de Palestina, aunque sin duda cautivados por los relatos de las hazañas referentes a los héroes y paladines de su pueblo, no pudieron menos que reconocer la diferencia entre este libro y los 39 que ellos aceptaron como canónicos.

Hay otro pasaje que llama la atención, aunque en él no hay nada que pueda atribuirse a una intervención sobrenatural que pudiera llamarse exótica. Es el relato de la forma en que murió "Razis" ("Razías" o "Racías" en las demás versiones castellanas que contienen estos libros), "uno de los ancianos de Jerusalén".

Resulta francamente inverosímil que un anciano, después de volver "su espada contra sí mismo" todavía pudiera correr animosamente "hacia lo alto de la muralla" para lanzarse "sobre la tropa" atacante; y que después "todavía respirando, lleno de ardor a pesar de estar gravemente herido, se levantó bañado en sangre, pasó corriendo por entre la tropa, se colocó sobre una alta roca y, casi completamente desangrado, se arrancó las entrañas y, tomándolas con las dos manos, las arrojó sobre la tropa, pidiendo al Señor de la vida que algún día se las devolviera. De este modo murió" (cap. 14: 37, 41-46).

No sólo se trata de algo increíble para un ser humano en las condiciones en que estaba Razis, sino que resulta desconcertante que se ensalce un suicidio (ver. 42).

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