20.00. Biblias editadas por organizaciones protestantes

En 1827 la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, fundada en 1804, resolvió no incluir más los apócrifos en la Biblias que imprimía. La Sociedad Bíblica Americana, fundada en 1816, siguió esa misma norma de conducta desde 1828.

Es cierto que los libros cuestionados se incluyeron en antiguas Biblias de origen protestante, como la alemana de Lutero, de 1537, la inglesa de Miles Coverdale, de 1535, y la de Reina-Valera de 1602. Pero en las ediciones inglesas y alemanas se los colocó en sección aparte. Durante dos siglos, aproximadamente, en esas Biblias tenían el título general de "Apócrifos" (Apocrypha, en inglés; Apokryphische Bücher, en alemán).

Juan Wiclef (1324-1384) había declarado siglos antes que "cualquier libro que esté en el Antiguo Testamento, además de estos veinticinco [hebreos], sea puesto entre los apócrifos [Apocrypha]; esto es, sin autoridad para las creencias" (The Encyclopedia Britannica [La enciclopedia británica], [ed. de 1893], t. II, p.183). La cifra '25" empleada por Wiclef, depende de la forma de computar los 39 libros del AT hebreo: los 12 profetas menores considerados como un solo libro; el mismo criterio se aplica para los de Samuel, Reyes, etc.

Asimismo la Confesión Anglicana de Westminster declaró terminantemente en 1647 que estos libros controvertidos no "han de ser aprobados o usados sino como cualquier otro escrito de origen humano" (Ibíd., p.184).

El Dr. Justo C. Anderson, del Seminario Bautista de Buenos Aires, en su monografía titulada Los libros apócrifos (Buenos Aires, s/f, que debe corresponder a 1969 ó 1970) se refiere al tratamiento de Juan Calvino, Los decretos del Concilio de Trento con el antídoto, obra en la cual "niega la autoridad de los apócrifos y critica severamente a los Padres conciliares (Trento 1546) por declararlos canónicos. Dice: 'Se proveen de puntales nuevos cuando autorizan los apócrifos. En II Macabeos sostendrán el Purgatorio y el culto a los santos; con Tobit, la satisfacción, los exorcismos, y ¿qué sé yo? . . . No soy uno que desacredite la lectura de estos libros, pero al darles una autoridad que nunca antes poseían, ¿qué [cuál] es el fin de ellos sino querer usarlos como un esmalte espurio para hermosear sus errores?' '.

Andrés Bodenstein, colaborador de Lutero, en su obra que ya hemos citado, que también se publicó en alemán, sostenía que los "apócrifos" no son iguales a los "canónicos"; aunque algunos de los primeros puedan servir como una lectura interesante, pero sin darles la categoría de libros divinamente inspirados.

Juan Hausschein -Heussgen o Hussgen- (1482-1531), conocido con el nombre de Ecolampadio, teólogo suizo, uno de los principales personajes de la Reforma en su patria, afirmaba en 1530: "No despreciamos a Judit, Tobit, Eclesiástico, Baruc, los dos últimos libros de Esdras, los tres libros de los Macabeos, las adiciones a Daniel; pero no les concedemos autoridad divina con los otros".

Philip Schaff -reconocido erudito del mundo protestante- afirma en cuanto a este tema: "Para las iglesias griega y romana la cuestión del canon está cerrada, aunque ningún concilio estrictamente ecuménico, que represente a la iglesia entera, se ha pronunciado en cuanto a esto. Pero el protestantismo reclama la libertad de la era antenicena y el derecho de una investigación renovada en cuanto al origen y la historia de cada libro de la Biblia. Sin esta libertad no puede haber un verdadero progreso de la teología exegética" (History of the Christian Church [Historia de la iglesia cristiana], [Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1962], t. II, p. 524).

En cuanto a la iglesia "griega" u ortodoxa, he aquí este comentario: "Los ortodoxos que conservaron durante siglos el canon completo [con los apócrifos], bajo la influencia de la crítica protestante se han ido inclinando por el canon corto que excluye los deuterocanónicos del Antiguo Testamento" (Profesores de Salamanca, Biblia Comentada [Madrid: BAC, 1962], t. IV, p. 977).

Respecto a la forma en que el Concilio de Trento (1545-1563) dio autoridad canónica a los libros que no están en el canon hebreo, este mismo autor llama "fatal" al decreto que se redactó con ese fin, y añade que esa decisión "fue ratificada por 53 prelados entre los cuales no había ningún alemán, ningún erudito que se distinguiera por su conocimiento de historia, nadie que estuviera capacitado por un estudio especial para el examen de un tema en el cual la verdad sólo podía ser determinada por la voz de la antigüedad" (loc. cit.).

El autor G. Douglas Young, en su obra Revelation and the Bible (Revelación y la Biblia), p. 109, al definir su posición adversa a la inclusión de los apócrifos en el AT, cita a Merril F. Unger, de esta manera: " 'Ciertamente, un libro que contiene lo que de hecho es falso, erróneo en doctrina o defectuoso en moral, es indigno de Dios y no puede ser inspirado por él, juzgados por este criterio, los libros apócrifos [Apocrypha] se condenan a sí mismos' " (Introductory Guide to the Old Testament [Guía introductoria al AT],[Grand Rapids, Michigan: Carl F. Henry, editor, Baker Book House, 1967], p. 172).

El mismo Young concluye con estas palabras: "La evidencia histórica es definida; la conclusión extraída de la historia es que los apócrifos [Apocrypha] no merecen un lugar en las Escrituras si hemos de limitar la Biblia a lo que Jesús, los judíos y la iglesia primitiva usaron y aprobaron como Escritura" (Id., pp. 184-185).

En su enumeración Young incluye a "los judíos", con lo que evidentemente se refiere a los que respetaban el canon hebreo del AT. En cuanto a los otros, eruditos en el tema de la helenización de los judíos del noreste de África nos explican que, en Egipto, esos hebreos "no eran tan estrictos como los judíos de Palestina. Los judíos egipcios tenían un templo propio en el cual se ofrecían sacrificios contrarios a la ley de Moisés; en ese templo oficiaban un sumo sacerdote y un sacerdote rivales [de los de Jerusalén]. Cuando la iglesia cristiana perdió su contacto con los judíos se hizo raro el conocimiento del hebreo, y por eso muchos de los padres llegaron a creer que todos los libros incluidos en la Septuaginta griega pertenecían a las Sagradas Escrituras. Sin embargo, nuestros reformadores pronto volvieron a la fe de la iglesia primitiva y rehusaron reconocer cualesquiera libros del AT que no hubieran sido reconocidos por Cristo y sus apóstoles " (A Protestant Dictionary [Un diccionario protestante], [Detroit: Charles H. H. Wright y Charles Neil, Gale Researcher Company, 1972], p. 30).

Todo lo que hasta aquí hemos expuesto en favor de los libros "protocanónicos" del AT concuerda con el veredicto de los escrituristas judíos de largos siglos (excepto los influidos por la cultura griega de Alejandría), con las listas canónicas cristianas de los siglos II a IV y con el fallo de los reformadores y de muy destacados portavoces del protestantismo.

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