Jerónimo (340-420) definió cuál debería haber sido la posición de la iglesia cristiana frente a estos libros. El enseñaba:
"Evite ella [la iglesia] todos los escritos apócrifos, y si es inducida a leer los tales no por la verdad de las doctrinas que contienen sino por respeto de los milagros contenidos en ellos, comprenda ella que no fueron realmente escritos por aquellos a quienes se los atribuye; que en ellos se han introducido muchos elementos imperfectos y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria"¹ (Carta CVII a Laeta, párrafo 23, cita traducida de A Select Library of Nicene and Post Nicene Fathers of the Christian Church [Una selecta biblioteca de Padres de la iglesia, nicenos y postnicenos], 2.a serie, t. VI, p. 194).
Refiriéndose en forma más específica a los libros apócrifos y otras añadiduras, dice, Jerónimo:
Refiriéndose en forma más específica a los libros apócrifos y otras añadiduras, dice, Jerónimo:
"El libro de Daniel en hebreo no contiene el relato de Susana [cap. 13], ni el canto de los tres jóvenes [parte añadida al cap. 3], ni las fábulas de Bel y del dragón [cap. 14]. Debido a que se los encuentra por doquiera, les hemos dado la forma de un apéndice [al libro de Daniel] anteponiéndoles una señal . . . para que los no informados no piensen que hemos eliminado una porción de este volumen" (Prefacio a Daniel, Id., p. 494).
También afirma, Jerónimo:
También afirma, Jerónimo:
"La iglesia lee Judit, Tobías [o Tobit] y los libros de los Macabeos, pero no los admite en las Escrituras canónicas. De modo que léanse estos dos volúmenes para la edificación de la gente, no para dar autoridad a las doctrinas de la iglesia" (Prefacio a Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares, Id., p. 492).
Más adelante podremos comprobar cuánta verdad hay en la afirmación de que en los "deuterocanónicos" hay "muchos elementos imperfectos y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria".
Más adelante podremos comprobar cuánta verdad hay en la afirmación de que en los "deuterocanónicos" hay "muchos elementos imperfectos y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria".
También se podrá ver por qué los relatos de "Bel" y del "dragón" merecieron ser llamados "fábulas".
Es evidente que si bien esos escritos circulaban "por doquiera", no tenían validez para "dar autoridad a las doctrinas de la iglesia".
Jerónimo tradujo el AT del hebreo al latín con sumo cuidado: gastó 21 años en este trabajo. Pero no dio importancia a las porciones apócrifas. Por ejemplo, en el libro de Tobías - como lo afirma el mismo Jerónimo - sólo empleó un día de trabajo (Prefacio a Tobías).
La erudición, la autoridad y el testimonio de, Jerónimo debieran tener un peso decisivo en este tema, porque no hay otro escritor cristiano más apto a quien podamos acudir durante los siglos IV y V.
Jerónimo tradujo el AT del hebreo al latín con sumo cuidado: gastó 21 años en este trabajo. Pero no dio importancia a las porciones apócrifas. Por ejemplo, en el libro de Tobías - como lo afirma el mismo Jerónimo - sólo empleó un día de trabajo (Prefacio a Tobías).
La erudición, la autoridad y el testimonio de, Jerónimo debieran tener un peso decisivo en este tema, porque no hay otro escritor cristiano más apto a quien podamos acudir durante los siglos IV y V.
Cuando tradujo la Vulgata tuvo que informarse totalmente y usar un criterio claro y netamente bíblico, para separar los escritos dudosos y determinar cuáles podían aceptarse y cuáles debían ponerse al margen del texto sagrado.
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