11.11. Otros testimonios representativos

El destacado personaje judío Filón de Alejandría (20 a. C.-50 d. C.), también conocido como Filón Hebreo, en toda su extensa producción literaria nunca citó ni mencionó los libros apócrifos como parte de las Sagradas Escrituras.

La importancia de este hecho se destaca si se toma en cuenta que este Filón (hay varios personajes griegos de esa época con el mismo nombre) era un judío helenizado que se esforzaba por armonizar las enseñanzas de Platón, Aristóteles y otros filósofos griegos paganos con las doctrinas religiosas de la Tora hebrea.

Los israelitas de la actualidad que se ocupan de cuestiones bíblicas han mantenido su posición de conservar el AT sin los libros llamados "deuterocanónicos" por los autores católicos.

Por ejemplo, la versión castellana de origen judío -que, como es obvio, sólo contiene el AT - efectuada por León Dujovne y Manasés y Moisés Konstantynowski, editada en 1961 por Editorial Sigal, Corrientes 2854, Buenos Aires, sólo tiene los 39 libros conocidos como "protocanónicos" en el ambiente católico.

En cuanto al Concilio de Hipona, a pesar de haber tenido una amplia influencia, fue sólo un sínodo local; no fue ecuménico. Además, para la zona del África del norte, donde estaba situada Hipona, "el canon judío era prácticamente desconocido" (Charles H. H. Wright y Charles Neil, A Protestant Dictionary [Un diccionario protestante], [Detroit: Gale Researcher Company, 1972], p. 264).

El de Cartago también fue sólo local; asistieron 44 obispos. "Su decreto sobre el canon de las Escrituras no fue confirmado hasta 692 por el Concilio Trullano de Constantinopla, cuando fue aceptado por la iglesia oriental" (Id., p. 150).

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